17 de Julio de 2023 |
La evolución imparable de la tecnología, la necesidad de producir y consumir de forma más sostenible e incluso la obligación de ser una empresa socialmente responsable está transformando los perfiles profesionales y obligando a los trabajadores a una constante actualización de sus competencias y habilidades.
Ello se consigue a través de una capacitación profesional adicional que ayude al trabajador a desempeñar mejor sus funciones (lo que se conoce como upskilling), o mediante la adquisición de nuevas capacidades y competencias que sirvan para adaptarse a los cambios y saber hacer frente a situaciones de crisis e incertidumbre (reskilling). La adaptación al cambio figura entre las habilidades que más importancia ha cobrado en los últimos años, pero también, una de las más difíciles de encontrar entre los profesionales.
A la hora de formar a sus empleados, las empresas deben ocuparse tanto de las llamadas habilidades duras (hard skills) como de las blandas (soft skills). Las primeras son aquellas habilidades técnicas de un trabajador que le permiten desempeñar una labor determinada. Es el caso del manejo de determinados softwares, habilidades en la contabilidad, expresión oral o habilidades lingüísticas. Las soft skills se refieren a aspectos como la inteligencia emocional, la capacidad de comunicación, la gestión del cambio y demás habilidades personales e interpersonales que ayudan a un trabajador a desenvolverse eficientemente en una empresa moderna.
La Comisión Europea insta a los gobiernos de la UE (Recomendación 2006/962/CE sobre las competencias clave para el aprendizaje permanente) a introducir la enseñanza de competencias clave en sus estrategias de aprendizaje permanente: